martes, 30 de mayo de 2017

Cambio climático e inequidad social



Es un hecho bien conocido el que los costos ambientales no se distribuyen por partes iguales ni entre los países, ni entre sus regiones y sectores sociales. En el caso del calentamiento global, los países de climas áridos recibirán un daño mayor por efectos de sequías extremas y  episodios aluvionales violentos, y aquellos en los que una parte mayor de la población habita costas bajas y están sujetos a fenómenos ciclónicos, recibirán un castigo más duro por la elevación del nivel de los mares. A lo anterior hay que agregar la desigualdad social que implica que las personas de menores recursos se vean obligadas a habitar en las áreas más expuestas a inundaciones y que por su menor peso político sean desfavorecidas por las autoridades en cuanto a las inversiones para mitigar esos daños. Esto ha sido destacado en un artículo reciente de J. Upton  en Scientific American (14/05/2017) titulado “La injusticia de las inundaciones de Atlantic City” Dicho artículo relata de qué manera los vecindarios de menores recursos en esa ciudad turística (famosa por sus casinos) han sido dejados de lado en materia de inversiones en protección y se inundan fácilmente, mientras a pocos kilómetros el Cuerpo de Ingenieros del Ejército está ejecutando proyectos por decenas de millones de dólares para proteger el centro de la ciudad y sus casinos (cinco de los cuales han cerrado en los últimos años). De igual manera se están preparando para invertir otras decenas de millones de dólares en la instalación de dunas para proteger las propiedades más valiosas de particulares situadas en el borde marino.

Desde luego el caso de Atlantic City no tiene nada de excepcional y con toda seguridad se reproduce a nivel mundial. El problema fundamental es que las decisiones para enfrentar los problemas que implica el cambio climático las toman personas cuya condición social las pone a salvo de sus peores consecuencias. En esa situación es más fácil despreocuparse del problema o incluso dudar de su realidad. No es nada nuevo en el mundo, pero en este caso puede implicar costos demasiado altos e injustos para centenares de millones de personas.

martes, 2 de mayo de 2017

Sismos



La alta frecuencia sísmica que ha afectado a Valparaíso en las últimas semanas ha servido para recordarnos nuestra actual incapacidad para interpretar el significado de estas series sísmicas en lo que realmente nos interesa, vale decir si anuncian o no un sismo mayor. En efecto, aunque conocemos la causa de los sismos y es posible señalar segmentos de nuestro territorio de mayor riesgo relativo la capacidad de formular pronósticos útiles sigue siendo lejana. Por lo tanto, nuestra atención principal debe estar centrada en las normas de construcción y en los sitios de sus emplazamientos. Respecto a las primeras, un reciente estudio de la Universidad Politécnica de Madrid relativo al sismo que afectó la ciudad de Lorca en 2011, destaca varios factores que contribuyeron al mayor daño de sus edificios. Entre ellos se cuenta el efecto de la alineación de los edificios respecto a la calle, puesto que los que sobresalían de la línea experimentaron daños mayores. También fueron más afectados aquellos edificios que habían experimentado la eliminación o disminución de paredes no estructurales, añadiendo otros elementos rígidos no consultados en el diseño original, generalmente con fines de tipo comercial en su planta baja.

 
Otros factor, no incluido en el estudio mencionado, es el referente a la “microsísmica”, correspondiente al diferente comportamiento de diferentes tipos de suelos en una ciudad, un factor relevante en el caso de Valparaíso respecto al sismo de 1965, por la variedad de rellenos utilizados en la expansión de esa ciudad hacia el mar. También deben ser considerados con especial atención los riesgos de remoción en masa de rocas, sedimentos y suelos, responsables de grandes daños cuando los sismos afectan a ciudades de topografía irregular. Igualmente, el comportamiento del agua subterránea puede causar serios daños cuando se encuentra a poca profundidad, y puede generar cuerpos cónicos de uno o más metros de altura al arrastrar barro a la superficie por efecto de las ondas sísmicas. En suma, si bien la sismología es un campo de gran interés científico, las respuestas prácticas para enfrentar estos peligros se encuentran en las investigaciones de ingeniería antisísmica y en las aplicaciones geológicas y geotécnicas. En la medida en que puedan ser aplicadas a los planos reguladores y a las ordenanzas relativas a construcciones serán la mejor respuesta a un fenómeno que no dejará de preocuparnos. Por razones de espacio no hemos incluido aquí el tema de los tsunamis, que quedará para otra ocasión