miércoles, 2 de mayo de 2012

Noticias sobre el Petróleo: de Dulce y de Agraz


Por Jorge Oyarzún (Geol. Dr.Sc., Prof. Depto. Ing. Minas U.L.S.)
El petróleo es el combustible ideal por la suma de sus cualidades: alta densidad energética, de fácil transporte y combustión, y una composición que incluye tanto carbono como hidrógeno, la que implica que parte de la energía entregada proviene de la oxidación del hidrógeno con formación de agua, que no contribuye al calentamiento global. Por otra parte, su refinación entrega una serie de productos, como los aceites lubricantes, que son esenciales en nuestra sociedad.  Sin embargo, desde hace ya varias décadas el anuncio del agotamiento de sus reservas mundiales ha sido causa de graves preocupaciones, al igual que las fluctuaciones de sus precios, muy sensibles a las amenazas políticas sobre los inestables países que lo exportan. Al respecto un artículo de la edición europea de la revista Time (Abril 9, 2012) presenta un completo panorama de sus perspectivas, que es consistente con fuentes científicas y técnicas. Ellas se resumen en los dos juicios siguientes: a) Tanto los descubrimientos geológicos como los avances tecnológicos de los últimos años han alejado el riesgo de agotamiento e incrementado las fuentes productivas; b) En cambio, lo más probable es que la era del petróleo barato haya pasado para siempre y que el precio de venta actual, en torno a los US$ 100 por barril, se mantenga o tienda a subir en el futuro, sin contar el efecto de los posibles conflictos.
Lo anterior se deriva de las características de las nuevas reservas y de las exigencias de proceso de las  fuentes sólidas de las cuales se está obteniendo petróleo, las que por otra parte implican serios riesgos y costos ambientales. Respecto a las primeras se destacan las reservas de petróleo adheridas a niveles de sedimentos finos ( como las que posee Argentina en la Patagonia), que exigen fracturar rocas profundas para poder extraerlo, así como las reservas de petróleo en los bordes del océano Ártico y aquellas situadas en la plataforma marina del sur de Brasil, situadas bajo 3000 m de agua y donde las perforaciones deben atravesar además 1500 m de rocas salinas antes de alcanzar los niveles productivos. Los costos de producción de estas fuentes se sitúan en torno a los US$50 por barril (en contraste con el rango actual de US$ 5 a 40  por barril). Respecto a las segundas, se distingue entre las “arenas alquitranadas”, que son los restos de yacimientos de petróleo que perdieron sus componentes livianos y las “lutitas bituminosas”, rocas  cuyo hidrocarburo está íntimamente ligado al sedimento fino, de modo que  deben ser  primero extraídas  y después sometidas a destilación. Actualmente las arenas alquitranadas de Alberta, Canadá, cuyas reservas llegan a unos 170 mil millones de barriles y son comparables a las de Arabia Saudita, se explotan a un costo de extracción de US$ 50-70 por barril, con serios y extensos daños ambientales. Su principal cliente son los EEUU, para los cuales esta fuente implica un aprovisionamiento seguro en caso de conflictos políticos en el Medio Oriente. En cuanto a las lutitas bituminosas, cuyas reservas en EEUU se estiman en 800 mil millones de barriles, su  costo de extracción será superior a US$ 100 e implicará daños ambientales aún mayores, por lo que  su explotación no es aún factible.
Para la mayoría de las personas, el costo del petróleo se expresa en el precio de la gasolina, o en el valor de los pasajes  para quienes todavía utilizan la movilización colectiva. El automóvil dejó de ser un sueño para buena parte de la población pero se está convirtiendo en una pesadilla para los que día a día deben manejar por las calles cada vez más congestionadas de nuestras ciudades. Esa congestión se traduce a su vez en mayor gasto de combustible y más contaminación. Al respecto no hemos sabido aprovechar la buena experiencia europea de la movilización colectiva y hemos seguido el modelo individualista y contaminador norteamericano. Debemos prepararnos entonces para enfrentar precios más altos, aunque el Gobierno alivie los impuestos a la gasolina.
Finalmente, en términos de generación de electricidad, la opinión pública nacional ha adoptado una actitud de creciente rechazo a la energía hidroeléctrica, la que en cambio conforma una elevada proporción de la matriz energética de Brasil y de Argentina.   Puesto que otras fuentes energéticas alternativas sólo serán factibles como complemento en el futuro próximo, el mayor costo del petróleo implica que dependeremos cada vez más del carbón como fuente energética. Ello conlleva más contaminación (cenizas, y fuentes de lluvia ácida), aparte de nuestra creciente “huella de carbono”, que mide la contribución nacional, limitada pero sostenida, al calentamiento global.