lunes, 8 de marzo de 2010

EL DÍA DESPUÉS: REFLEXIONES SOBRE EL SISMO Y LO QUE VENDRÁ

Nuevamente una catástrofe sísmica ha remecido a Chile. Aunque los expertos habían señalado su alta probabilidad, área aproximada y posible magnitud, tampoco ellos sabían con precisión y seguridad cuando, donde ni cuan grave sería. La ciencia está lejos aún de ese nivel de logros y lo único seguro es que en el futuro tendremos nuevos eventos sísmicos y algunos de ellos serán de similar magnitud. En consecuencia, sólo cabe estar siempre preparados y hacer las cosas de manera que sus costos humanos y materiales sean los menores posibles. Respecto a los tsunamis se cuenta con un buen sistema de aviso cuando estos tienen un origen lejano, como los debidos a sismos producidos en los arcos de islas del Pacífico. Para los tsunamis debidos a sismos de magnitud Richter superior a 7.5 cuyo foco se sitúa entre nuestra fosa oceánica y la costa, el tiempo de respuesta es muy corto, normalmente pocas decenas de minutos, debido a que la velocidad de propagación alcanza varios cientos de km/hora. En consecuencia, la confirmación oficial puede llegar demasiado tarde y en el caso de fuertes sismos las personas deben procurar refugiarse en algún sitio elevado factible de alcanzar (que también puede ser el 5º o 6º piso de un edificio de altura no afectado por el movimiento). Desde luego la situación es diferente para el caso del archipiélago de Juan Fernández o la Isla de Pascua, que sí deberían recibir un aviso oportuno. Por otra parte, el desarrollo de un tsunami puede ser muy complejo, y éste sin duda lo fue, debido a la cercanía del foco sísmico al Continente y a la sinuosidad del litoral, en particular del Golfo de Arauco. De manera que después de la primera ola que alcanzó a Constitución (unos 15 minutos después del sismo principal), se generaron varias olas secundarias por reflexión en el borde costero, las que afectaron a varias localidades algunas horas después. En consecuencia, tanto por esta razón como por el riesgo de réplicas de energía similar a la del sismo principal, es conveniente mantenerse alejado de la costa durante un tiempo prudente.

Por otra parte, se sabe bastante bien qué se puede hacer para disminuir el efecto destructivo de sismos y tsunamis, aunque este conocimiento no siempre se pone en práctica y puede ser olvidado en las etapas de reconstrucción, cuando se supone que pasará mucho tiempo hasta una nueva catástrofe. A modo de ejemplos, se conoce el riesgo que implica construir edificios en lugares con pobre contención lateral, como cerca de los bordes de terrazas fluviales o marinas. En general, en muchos casos no basta con conocer el comportamiento mecánico del suelo, sino que también es necesario apreciar el contexto geológico e hidrogeológico del sitio. También se sabe que conviene privilegiar el diseño de estructuras sencillas y sólidas, pero con frecuencia se opta por formas complejas, de mayor lucimiento pero de menor solidez. Igualmente es importante prestar suficiente atención a la seguridad de las terminaciones, como los sistemas de iluminación o los dispositivos para “bajar el techo” utilizados con fines estéticos. Lo ocurrido en el aeropuerto internacional de Santiago, donde el piso quedó cubierto de planchas metálicas desprendidas de los techos, que podrían haber tenido efectos letales de haber ocurrido el sismo a otra hora del día, ilustran esta falta de previsión.

Respecto a la reconstrucción de caletas y poblados costeros ¿se considerará la posibilidad de situar las casas a suficiente altura y distancia de la costa? Desde luego esto puede ser menos confortable y pintoresco, pero podría otorgar más seguridad y tranquilidad a sus habitantes, aunque los obligue a caminar diariamente a sus sitios de trabajo. La reconstrucción de poblaciones, edificios y obras civiles ¿privilegiará su efectiva seguridad y duración, o bien los factores de costo y velocidad de entrega? Al respecto, hay un gran riesgo de que las “soluciones provisorias” se conviertan en permanentes. Es verdad que hay muchos que “no pueden esperar” pero no se debe perder la oportunidad de, esta vez, hacer bien las cosas (como se construyó el Metro de Santiago). En el pasado, nuestro país no contaba con sistemas ISO 9000 que aseguraran la calidad de las obras… pero esa calidad estaba en la formación y en los valores de los ingenieros responsables, y las obras que han resistido son su mejor testimonio.

El sismo nos mostró la diferencia entre “ser y parecer” así como las limitaciones de las impresionantes tecnologías de vanguardia. El caso de la incomunicación que afectó a buena parte del país, pese a ser Chile uno de los países más comunicados del mundo (demasiado comunicado a veces…) es un buen ejemplo que ojalá se aproveche. Es imprescindible contar con un centro de comunicación que entregue informaciones confiables en onda media, y que estas puedan ser recibidas por radios a pilas cuando se interrumpe el sistema eléctrico interconectado. Ello permitiría lograr conductas más oportunas y tranquilas de la población frente a todo tipo de emergencias. Desde luego la labor de los comunicadores privados en extremadamente importante, pero también se requiere que el Estado tenga una voz alerta y directa en esas ocasiones.

El sismo ha mostrado una vez más la tradicional solidaridad de los chilenos y la entereza de muchos para volver a construir su vida a partir de cero. Sin embargo exhibió igualmente lacras sociales ya conocidas, manifestadas en saqueos, incendios, robo de señales de alerta de caminos cortados etc. Ellas ya han aflorado con frecuencia desde hace décadas con ocasión de conmemoraciones políticas, manifestaciones estudiantiles o eventos deportivos. El ambiente que las nutre tiene varias causa-raíces, que es necesario enfrentar con energía y convencimiento. Entre ellas están las de orden socio económico, el negocio de las drogas (y no dejemos el alcohol afuera), la delincuencia como “modo de vida” y cierto aprovechamiento político extremista. Por otro lado, los llamados “valores” han ido desapareciendo del discurso político-social e incluso son considerados “políticamente incorrectos”, excepto en ocasiones excepcionales, cuando se revela su importancia para la cohesión social. La educación tiene al respecto una formidable y muy difícil tarea, que no se logrará si no va acompañada de ejemplos de conducta a todos los niveles de la sociedad.

Finalmente, procuremos que el respeto por nuestra normativa ambiental no sufra las consecuencias de esta emergencia. Los impactos ambientales generan daños menos perceptibles que los sismos y tsunamis. Sin embargo producen un daño acumulativo a nuestro patrimonio natural, así como a la propia salud humana y a la esperanza y calidad de vida de la población más vulnerable. En el fondo, la conclusión puede ser muy sencilla pero exigente: esforzarnos en hacer muy bien las cosas, sin perder el tiempo y aprovechando los conocimientos disponibles y las experiencias dolorosamente adquiridas.