lunes, 27 de agosto de 2012

La sustentabilidad ambiental como valor y como estado


En el marco del reciente encuentro sobre sustentabilidad en la industria minera(La Serena, 7 de Agosto), organizado por la Seremi de Minería de Coquimbo, su titular, Jocelyn Lizana, planteó la discusión sobre la naturaleza valórica y la visión en términos de “estado” de dicho concepto. La comprensión de la sustentabilidad como valor surge naturalmente, puesto que implica deberes morales, tanto respecto a la posibilidad de desarrollo de otros sectores productivos con los cuales coexiste la minería, como con relación a la comunidad en la que se inserta y a las futuras generaciones que recibirán las consecuencias de sus aciertos y de de sus errores.
En cambio, la visión de la sustentabilidad como estado presenta mayor complejidad y por lo tanto su análisis reviste especial interés .Éste puede ser enfocado en términos de las ciencias físicas y de la biología. En términos físicos, es comparable a un proceso reversible, que evoluciona en equilibrio entre dos estados, como en el caso de la compresión o la expansión isotérmica de un gas. Tal proceso necesariamente debe ser ejecutado a una tasa moderada, de manera que el sistema pueda entregar o recibir calor del medio externo según sea el caso, de manera de conservar su temperatura. En términos químicos, equivale a una reacción controlada por la tasa de adición de los reactivos, como la que ocurre en reactor de flujo continuo o en el motor de un automóvil, en oposición al incendio accidental de un depósito de combustibles. Al respecto, los organismos vivos, cuya composición química es inestable respecto a nuestra atmósfera oxigenada, disponen de mecanismos para utilizar ese gas controladamente, sin ser destruidos por su actividad. Finalmente, el análisis de la sustentabilidad como estado desde el punto de vista biológico, entrega también interesantes perspectivas. Tanto los individuos de una especie, como la permanencia de una especie en un territorio determinado, son inherentemente transitorios. El individuo vive mientras su organismo le permita utilizar la energía externa para mantener su equilibrio interno y con el medio. La especie permanece en un territorio en tanto se adapte a las condiciones del clima y la competencia biológica, que pueden cambiar a la escala de los cientos o los miles de años (o menos, si interviene el ser humano u otros eventos catastróficos). En suma, la sustentabilidad como estado, tanto en términos físicos como biológicos, es  materia  de equilibrio y de tasa de desarrollo de los procesos. Llevada a una empresa minera sustentable ideal, ella extraería minerales, pero los repondría a través de la exploración. No generaría efluentes contaminantes o los trataría antes de entregarlos al medio, y sus desechos se dispondrían configurando un futuro paisaje estable, tanto en términos físicos como químicos. Sus consumos de agua y energía se minimizarían a través de del re-uso, el reciclaje, la cogeneración y el uso parcial de energías renovables. No generaría conflictos sociales y, por el contrario, contribuiría a preparar el medio social intervenido para el momento en que deba cesar su actividad. Igualmente, tendría capacidad para adaptarse a los cambios físicos, económicos y sociales del entorno, que no dependan de sus propias acciones.
La situación opuesta a las condiciones descritas de la sustentabilidad, sea como valor o como estado, se dan cuando oportunidades económicas excepcionales y la ausencia de marcos regulatorios (o de su aplicación) dan lugar a una actividad frenética y descuidada, como aquella de las “fiebres del oro”. Ello ocurrió en los años 1970`s con la explotación de los depósitos porfíricos auríferos de las montañas selváticas lluviosas del Pacífico occidental (Papúa-Nueva Guinea, Filipinas, Indonesia) y llegó a generar una revolución en la isla de Bougainville, producto de los intensos y extensos daños ambientales. Ello no debería ser ignorado en esta etapa en la que nuestro país considera gigantescas inversiones mineras, a desarrollar en cortos intervalos de tiempo y bajo condiciones de escasez de recursos hídricos y energéticos. Al respecto, la prisa excesiva se puede convertir en el peor obstáculo para la sustentabilidad, pese a la importancia que todos le reconocen.