viernes, 3 de diciembre de 2010

POSTGRADOS, UNIVERSIDAD Y DESARROLLO NACIONAL

El presente texto corresponde a una exposición realizada en el marco de la ceremonia de entrega de grados de diplomas de especialización y grados de magíster de la universidad de La Serena, realizada el 3 de diciembre del presente año. Se ha incluido en este blog considerando que algunos temas tratados pueden ser de interés general y son materia de discusión actual en el País.

Esta ceremonia de graduación se ha realizado en las universidades del Mundo desde hace más de 800 años. Inicialmente, el grado de Magíster o Máster abría el acceso a un cargo docente en la universidad, mientras el Doctorado se otorgaba raramente y sólo en teología. Ya entonces, la elaboración de una tesis, vale decir de un aporte original a la disciplina, era el requisito exigido para alcanzar el respectivo grado.

Las universidades medievales estaban generalmente ligadas a una ciudad y contribuían a su prestigio. A veces asesoraban a los reyes en materias legales o políticas, o les correspondía opinar en temas teológicos, como en el juicio a Juana de Arco. Sin embargo, su participación en los asuntos nacionales era marginal. Esto cambia radicalmente a fines del Siglo 18, cuando se convierte en un factor principal del desarrollo de las naciones. En Francia se organiza la primera universidad de ingeniería, la Escuela Politécnica en 1794 y poco después, Napoleón moderniza la universidad francesa sobre la base de la Facultades. También en esa etapa, que coincide con el nacimiento de la era industrial basada en el carbón y el acero, las universidades inglesas asocian la física newtoniana a la construcción de máquinas térmicas mientras en Francia nace la termodinámica con Carnot. Otro tanto ocurre en Alemania, cuyas universidades técnicas se destacan en química aplicada, metalurgia y mecánica.

Así, durante el Siglo 19, las universidades de Europa y Estados Unidos pasan a ser motores del desarrollo y el prestigio nacional, y por lo tanto adquieren relevancia geopolítica. Parte principal de su contribución se realiza a través de tesis doctorales, como la de Marie Curie sobre la radioactividad y la de Louis de Broglie sobre la ecuación de onda del electrón, ambas merecedoras de premios Nobel.

Mientras el grado de Magíster no persistió en las universidades de Europa continental, siendo reemplazado en su función por el doctorado, adquirió fuerte relevancia en las de Inglaterra y Estados Unidos. A diferencia del Doctorado, que implica una formación avanzada en investigación, el Máster otorga una formación especializada, que facilita el camino al ejercicio profesional. En este sentido fue retomado por la universidades europeas, las que hoy ofrecen esta formación siguiendo el modelo norteamericano. Una variante reciente de enseñanza especializada son los Diplomados o Postítulos. En principio implican estudios más cortos y específicos, relacionados con nuevas temáticas o enfoques, que se adaptan bien a los principios de la “formación permanente”.

La dictación de posgrados por una universidad presupone que ha alcanzado niveles de competencia en la respectiva disciplina y en nivel en el que los otorga. En el caso del doctorado, ello implica la capacidad de realizar investigación internacionalmente reconocida a través de publicaciones de corriente principal. En el de magíster o diplomado, la seguridad de contar con docentes que poseen la necesaria formación y son personas actualizadas y activas en su especialidad.

Para los alumnos graduados, los postgrados y diplomados deben ser vistos como herramientas efectivas de perfeccionamiento, más que como simples adiciones al curriculum. El conocimiento es sin duda necesario y valioso, pero sólo en la medida que somos capaces de aplicarlo para tomar mejores decisiones, experimentar formas nuevas de hacer las cosas y atrevernos a tomar riesgos razonables en nuestras tareas profesionales. De otra manera, sin una actitud abierta a la innovación, los postgrados añaden escaso valor a la sociedad.

Chile ha proclamado reiteradamente su decisión de incorporarse a la “Sociedad del Conocimiento”, tarea en la cual los posgrados deben cumplir un rol fundamental. Nos gusten o no sus resultados, la realidad es que nuestro país fue cambiado radicalmente en los años ´70 y ´80 por un grupo de economistas formados en los posgrados de universidades de Estados Unidos, principalmente en la de Chicago. Por eso es que, aun reconociendo que el grueso de los conocimientos y las ideas nos seguirán llegando desde afuera, es importante que desarrollemos nuestro propio pensamiento, nuestra propia visión del Mundo, incluso nuestras propias variables tecnológicas para enfrentar su transformación. De otro modo sólo seremos sujetos pasivos de una historia que comprenderemos mal, cuyas oportunidades no sabremos aprovechar y ante cuyos riesgos no sabremos reaccionar adecuadamente.

Enfrentamos un Siglo 21 pleno de de oportunidades y amenazas. Seguramente siempre ha sido así, pero nunca a la escala y velocidad de cambio a la cual ocurrirán las cosas. Durante el pasado siglo se triplicó la población mundial y ella crecerá un 60% en los próximos 40 años, alcanzando unos 10 mil millones de habitantes. Desde luego eso expandirá los mercados para nuestras exportaciones mineras, madereras y alimentarias. Pero también enfrentaremos los riesgos y consecuencias del cambio climático, de la acelerada pérdida de biodiversidad y del efecto indirecto de los conflictos internacionales. Un sólo ejemplo al respecto: nuestra propia responsabilidad en la sobreexplotación destructiva de la zona de pesca exclusiva que hemos declarado proteger. En ese escenario, incluso la aprobación que podamos recibir de los países desarrollados tiene escaso valor, porque ellos mismos se debaten en la incertidumbre frente a los complejos problemas políticos, económicos y ambientales que enfrentan.

En un mundo así, la imagen de territorios y mares abiertos y plenos de recursos pasa a ser una hermosa ficción y las ideas de Adam Smith, en cuanto a que el egoísmo individual contribuye al bienestar de todos, otra ilusión. Por el contrario, el presente exige colaboración y compromisos. Si no estamos dispuestos a enfrentar sus costos, otros deberán pagar un precio más alto aún. Urge cuidar nuestras riquezas ambientales y los recursos que ellas implican. Destruirlas o agotarlas con el pretexto de combatir la pobreza es otra ficción, cuyos costos caerán justamente sobre los más desfavorecidos.

Una sociedad desarrollada no se construye sólo a través del avance científico y tecnológico. También requiere de una efectiva cultura nacional, capaz de participar en el diálogo intelectual y en la creación artística de nivel mundial. Al respecto, los prodigiosos avances en comunicación serán vacíos si tenemos poco o nada de valor para comunicar. Tampoco lograremos mucho mediante más horas dedicadas al aprendizaje de la lectura si las personas no tienen interés en leer porque no conocen el mundo de posibilidades ilimitadas que ella nos abre. De igual manera como el cine comercial se ha banalizado al apostar por la tecnología, sacrificando los contenidos, y hoy es difícil encontrar estrenos para público adulto, corremos el riesgo de que todo siga un camino parecido. Si así fuera, nuestra sociedad ideal se convertiría, en el mejor de los casos, en un mundo de consumidores satisfechos pero pasivos, donde existiría escaso interés por las ideas y por esas preguntas tan importantes, cuya respuesta es deber de cada uno buscar, porque son parte de la dignidad humana.

Recientemente, Chile obtuvo importantes éxitos comerciales en la Expo Shanghai. Pero más importante aún, logró la medalla de oro al mejor enfoque temático, coordinado por el filósofo Eugenio García y titulado “La ciudad, como el lugar de colaboración de todos”.

Hoy se entregan grados de Magíster en tres disciplinas, y Diplomados en otras once. Dentro de esa gama de conocimientos humanísticos, científicos y tecnológicos, es importante que cada uno de los graduados sienta, aparte de del logro personal alcanzado, la responsabilidad que asume en el proceso de crecimiento y madurez de nuestro país. La urgencia de su contribución al logro de una sociedad más reflexiva, culta, equitativa y próspera. Una sociedad en la cual, como señaló nuestro filósofo de la Expo Shanghai, todos encuentren su lugar para colaborar a un gran proyecto común. Esto puede parecer una utopía, pero tal utopía nunca ha sido tan necesaria como en la hora presente.