lunes, 5 de abril de 2010

UN ARTÍCULO DE LA REVISTA TIME Y LA OPORTUNIDAD ABIERTA

El número del 15 de Marzo de la edición europea de la revista Time contiene un artículo y fotografías de los efectos del sismo y tsunami del 27 de Febrero. Al comparar la enorme diferencia en pérdidas de vidas respecto al terremoto de Haití, que causó más de 200 mil muertes, el corresponsal Eben Harrell concluye: “Chile es un país suficientemente rico y bien gobernado como para obligar a que sus edificios resistan los sismos, y que cuenta con ingenieros y expertos en desarrollo capaces. Cuando las cosas se destruyen, Chile nos recuerda que tiene la capacidad para repararlas”.
Desde luego, son apreciaciones justas, que podemos recibir con legítimo orgullo. Efectivamente, la nación y el estado chileno han dado repetidas pruebas de su capacidad de organización, habilidad técnica, realismo y solidaridad para enfrentar eventos extremos. Ello nos asegura que hay buenas bases para la reconstrucción, especialmente cuando el precio del cobre, las reservas acumuladas y la baja deuda externa abren las opciones para su financiamiento, y gobierno y oposición enfrentan la tarea con auténtica visión de país.
Sin embargo, sería lamentable que todo el esfuerzo se centrara sólo en reconstruir, sin aprovechar las lecciones recibidas y la oportunidad abierta para dar un salto adelante en nuestra mentalidad y conducta habituales (como la de dejar todo para el último día…). Porque si bien las pérdidas de vidas no fueron cuantiosas, considerando la magnitud del sismo y las especiales características del tsunami, cada muerte que pudo haber sido evitada llama a rectificar errores y negligencias. Por otra parte, los daños sufridos por quienes perdieron sus viviendas, y en los bienes públicos y las empresas afectadas, son demasiado grandes – unos 30 mil millones de dólares- como para no buscar soluciones más seguras frente a futuros eventos de similar magnitud. Al respecto, una primera buena noticia es el anuncio del Gobierno de la dictación de normas antisísmicas más exigentes para hospitales, escuelas y puentes. Ello podría complementarse con planos de zonificación geotécnica que indiquen las áreas de mayor riesgo frente a eventos sísmicos, inundaciones, deslizamientos de tierras y otros riesgos naturales. Tales planos, que serían complementarios de los actuales planos reguladores, permitirían evitar en lo posible construir en los lugares de mayor riesgo, o bien hacerlo con los debidos resguardos, si ello fuera imprescindible.
También entendemos que mejorarán las comunicaciones en caso de catástrofes o apagones. Una medida sencilla y de bajo costo pero muy útil (practicada en los EEUU), sería dotar a ONEMI de una estación de radio que transmita en onda media, dotada de un grupo electrógeno para emergencias y de dos estaciones repetidoras en el norte y sur del país respectivamente. En tiempos normales, sus emisiones estarían dedicadas a educar a la población en materias de seguridad, cuidado de la salud etc. Ante cualquier emergencia, mantendría al país informado, aprovechando un recurso tan abundante, seguro y barato como las radios a pilas.
Alain Peyrefitte (“Milagros Económicos”, Ed. Andrés Bello, 1997) y otros autores han destacado la importancia de una “ética de la confianza” como condición básica para el desarrollo económico. Esto, porque sólo la confianza entre proveedores y compradores así como entre socios comerciales, promueve relaciones duraderas entre personas, empresas e instituciones. Los saqueadores que buscaron lucrar con la desgracia colectiva generaron un rechazo general. Sin embargo, ello no debe ocultarnos el hecho de que nuestra sociedad tiende a admirar más la “viveza” (como el famoso gol de Maradona) que el trabajo responsable. Ni el robo ni el soborno en sus diferentes formas tienen el suficiente rechazo social ni el peso de una legislación exigente, especialmente si se trata del delito de “cuello y corbata”. Ello se aprende desde el colegio, donde el estudioso recibe apodos despectivos y el bueno para la copia los aplausos de sus compañeros. Más tarde lo veremos en las concertaciones de precios, en las triangulaciones oscuras de fondos públicos o semipúblicos, en las mutuas destrucciones de propaganda en épocas electorales, etc. Al respecto, nuestros profesores y nuestro Ministerio de Educación tienen un importante rol que cumplir, al privilegiar el trabajo serio, honesto y bien hecho sobre el simple logro de resultados. A ese respecto, habría que cuidar el efecto distorsionador que tiene el obtener puntajes a como dé lugar.
Finalmente, las catástrofes y sus víctimas nos dan la ocasión de apreciar el valor de cada vida humana, el mismo que puede pasar desapercibido bajo otras circunstancias. Si consideramos las cosas con objetividad, veremos que pasan 10 o más años entre sismos importantes y que habían transcurrido 50 años desde el último tsunami. En cambio, al ritmo actual de los accidentes del tránsito, que cuestan anualmente unas 1500 vidas, muchas de ellas de jóvenes, la probabilidad de morir en Chile a consecuencias de un sismo o tsunami es 30 a 50 veces menor que la de ser víctima de dichos accidentes. A ello contribuye nuestra imprudencia cultural y una legislación que sigue siendo benévola para quienes ocasionan muertes bajo la influencia del alcohol. Si de verdad apreciamos el valor de la vida humana, ahí tenemos una verdadera oportunidad de mejorar como país, actuando con efectivo respeto y cuidado hacia los demás. Esto, aunque cometan errores y no sean los buenos conductores que cada uno de nosotros cree ser.
En suma, sin duda tenemos una gran oportunidad de hacer las cosas bien: mejores hospitales y escuelas, mejores casas para los damnificados (no mediaguas transitorias convertidas en permanentes), mejores normas antisísmicas y sistemas de comunicación, etc. Lo anterior, sin comprometer los avances logrados en materia de regionalización (porque el exagerado centralismo se hace cada vez más difícil de tolerar) ni afectar lo conseguido en protección ambiental, puesto que sería destruir el patrimonio de las próximas generaciones. Ojalá aprovechemos también la oportunidad para mejorar nuestras actitudes y valores, de manera de avanzar al futuro convencidos de que cada uno cumplirá a conciencia su tarea y que merece plenamente nuestra confianza.