El uso de la
tecnología es similar al de la magia…no se requiere entender la base científica
o tecnológica de un procesador de texto o de un buscador en internet para hacer
uso de él. Es diferente, en cambio, cuando necesitamos tomar una decisión en
materia ambiental, porque sus consecuencias inmediatas o lejanas sólo se pueden
vislumbrar cuando conocemos las relaciones causa-efecto entre las acciones del
proyecto y los complejos componentes del medio natural. Puesto que progresivamente
las decisiones ambientales están supeditadas a la
aprobación de las comunidades locales y de la opinión pública nacional, su
grado de educación pasa a ser un factor crítico. De otra manera, las personas
actuarán guiadas solamente por factores ideológicos o discursos demagógicos. En
esas condiciones se corre el riesgo de paralizar iniciativas valiosas y
necesarias o de dejar pasar otras cuyo resultado ambiental puede ser efectivamente muy negativo (como frenar una
central hidroeléctrica de pasada y aprobar en cambio una planta termoeléctrica
a carbón o a petcoke vecina a poblaciones vulnerables). Si bien la cobertura y
permanencia de las personas en el sistema educacional ha crecido de manera
importante en las últimas cuatro décadas y el número de estudiantes
universitarios se ha multiplicado desde los 1980`s, ello ha sido acompañado por
un deterioro en sus exigencias mínimas de calidad en todos los niveles. Ello se
expresa en los preocupantes resultados de las pruebas a las que se someten los
nuevos médicos o profesores, las que entregarían similares o peores resultados
si se aplicaran en otras profesiones. Así, personajes como el ingeniero civil
de antaño, que podía asumir con confianza la dictación de cursos de
matemáticas, física o química cuando faltaba el profesor en un liceo de
provincia, pertenecen hoy a una especie extinguida. A diferencia del notable
resguardo del valor de la moneda, practicado por el Banco Central y los
poderosos ministros de Hacienda del mismo período, se ha dejado caer progresivamente
el valor de los certificados y títulos profesionales. Como ocurre con la
inflación monetaria, habrá que enfrentar sus costos presentes y futuros de esa
permisividad.
En
consecuencia existen escasas razones para ser optimistas en cuanto a nuestra
capacidad para enfrentar con buen criterio los problemas que plantean las
necesidades del desarrollo en el marco de las restricciones ambientales y del
creciente costo de la energía que hoy amenazan a nuestra industria minera.
Cuando se carece del conocimiento y la confianza para examinar cada caso en
profundidad, entendiendo y ponderando las ventajas y riesgos del proyecto, se
puede caer en una serie de leyes y reglamentos burocráticos que terminan
paralizando todo (mientras preparaba este artículo escuché la noticia de la
nueva idea de proyecto de ley que prohibiría colocar saleros en las mesas de
restaurantes para preservar la salud de los clientes…!). En tanto, el mundo y
nuestro país enfrentan retos tan importantes como los de desarrollar fuentes de
energía disponibles, sustentables y de bajo costo como la energía
hidroeléctrica, excluida por la opinión pública en buena parte sobre la base de
consignas ideológicas, mientras el riesgo del cambio climático, potenciado por
los gases invernadero es prácticamente ignorado.
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