lunes, 28 de julio de 2014

EDUCACIÓN Y DECISIONES AMBIENTALES




El uso de la tecnología es similar al de la magia…no se requiere entender la base científica o tecnológica de un procesador de texto o de un buscador en internet para hacer uso de él. Es diferente, en cambio, cuando necesitamos tomar una decisión en materia ambiental, porque sus consecuencias inmediatas o lejanas sólo se pueden vislumbrar cuando conocemos las relaciones causa-efecto entre las acciones del proyecto y los complejos componentes del medio natural. Puesto que progresivamente las decisiones ambientales están supeditadas a la aprobación de las comunidades locales y de la opinión pública nacional, su grado de educación pasa a ser un factor crítico. De otra manera, las personas actuarán guiadas solamente por factores ideológicos o discursos demagógicos. En esas condiciones se corre el riesgo de paralizar iniciativas valiosas y necesarias o de dejar pasar otras cuyo resultado ambiental puede ser  efectivamente muy negativo (como frenar una central hidroeléctrica de pasada y aprobar en cambio una planta termoeléctrica a carbón o a petcoke vecina a poblaciones vulnerables). Si bien la cobertura y permanencia de las personas en el sistema educacional ha crecido de manera importante en las últimas cuatro décadas y el número de estudiantes universitarios se ha multiplicado desde los 1980`s, ello ha sido acompañado por un deterioro en sus exigencias mínimas de calidad en todos los niveles. Ello se expresa en los preocupantes resultados de las pruebas a las que se someten los nuevos médicos o profesores, las que entregarían similares o peores resultados si se aplicaran en otras profesiones. Así, personajes como el ingeniero civil de antaño, que podía asumir con confianza la dictación de cursos de matemáticas, física o química cuando faltaba el profesor en un liceo de provincia, pertenecen hoy a una especie extinguida. A diferencia del notable resguardo del valor de la moneda, practicado por el Banco Central y los poderosos ministros de Hacienda del mismo período, se ha dejado caer progresivamente el valor de los certificados y títulos profesionales. Como ocurre con la inflación monetaria, habrá que enfrentar sus costos presentes y futuros de esa permisividad.

En consecuencia existen escasas razones para ser optimistas en cuanto a nuestra capacidad para enfrentar con buen criterio los problemas que plantean las necesidades del desarrollo en el marco de las restricciones ambientales y del creciente costo de la energía que hoy amenazan a nuestra industria minera. Cuando se carece del conocimiento y la confianza para examinar cada caso en profundidad, entendiendo y ponderando las ventajas y riesgos del proyecto, se puede caer en una serie de leyes y reglamentos burocráticos que terminan paralizando todo (mientras preparaba este artículo escuché la noticia de la nueva idea de proyecto de ley que prohibiría colocar saleros en las mesas de restaurantes para preservar la salud de los clientes…!). En tanto, el mundo y nuestro país enfrentan retos tan importantes como los de desarrollar fuentes de energía disponibles, sustentables y de bajo costo como la energía hidroeléctrica, excluida por la opinión pública en buena parte sobre la base de consignas ideológicas, mientras el riesgo del cambio climático, potenciado por los gases invernadero es prácticamente ignorado.

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