Los bosques
cumplen importantes funciones ecológicas, hidrológicas y económicas. También
desempeñan un rol principal en el ciclo del CO2 y en el clima. Sin embargo,
están siempre amenazados por actividades humanas alternativas y por las
necesidades que implica el crecimiento de la población. En consecuencia, su
conservación es difícil y precaria. J. Diamond narra en su libro “Colapso” dos
historias ilustrativas. Una de ellas se refiere a Japón, que en el año 1650
enfrentaba una catastrófica deforestación. Ella se traducía en disputas por la
escasa madera, perturbación del ciclo
hidrológico, incendios forestales y erosión de los suelos. Entonces, un clan
militar, los shogunes Tokugawa, impusieron drásticas medidas, tanto para
proteger los bosques como para controlar el crecimiento poblacional.
Complementadas con la reforestación, Japón logró desarrollar medidas de
conservación muy adelantadas a su tiempo y hoy cuenta con una de las mejores
cubiertas forestales del mundo y con los beneficios que ella implica.
La otra
historia se refiere al caso de la isla Hipaniola, que comparten Haití (W) y
República Dominicana (E). Los bosques de Dominicana estaban casi arrasados a
fines del siglo 19. Sin embargo, desde principios del siglo 20 se inició una
serie de medidas de conservación, las que alcanzaron notable efectividad con la
elección del presidente J. Balaguer en 1966. Dichas medidas enfrentaron fuerte
oposición y Balaguer debió recurrir al ejército para proteger los bosque de los
taladores clandestinos y de los grandes propietarios. Su energía y
perseverancia permitieron a Dominicana contar con una riqueza ecológica y
paisajes naturales que son base de su actual desarrollo turístico. En cambio,
Haití perdió sus bosques y se hundió en la pobreza por la falta de gobernanza.
La tercera
historia concierne al deportista, empresario y ecologista Douglas Tompkin,
quien falleció el 8 de Diciembre al volcarse su kayak en el Lago General
Carrera. Tompkin aprovechó su experiencia como montañista para diseñar y
comercializar equipo para deportes de montaña. Posteriormente, dejó su
actividad económica y dedicó su dinero a adquirir terrenos, principalmente en
la Patagonia de Chile y Argentina, para fines de preservación del bosque
nativo. Sus proyectos en Chile, en particular los del Parque Pumalín y el
Parque Corcovado ( de 300.000 ha, donado al Estado de Chile para Parque
Nacional), despertaron hostilidad y sospechas de una parte de nuestra población
que no llegó a entender su propósito. Ellas no fueron distintas de las que debieron
enfrentar los Tokugawa y Balaguer. Aún hoy es difícil comprender todo su valor,
el que seguramente será mejor reconocido por futuras
generaciones.