jueves, 18 de junio de 2015

Democracia en la Universidad

La Universidad desempeña un rol esencial en la Sociedad, puesto que no sólo forma a sus cuadros profesionales sino que también a la clase dirigente del País. A través de sus largos siglos de existencia y pese a todos los cambios culturales y científicos acaecidos, ha mantenido una estructura basada en el respeto entre sus dos estamentos básicos: profesores y alumnos, a los que se ha agregado un tercer estamento administrativo, en la medida que la complejidad de las tareas lo ha hecho indispensable. En nuestro país, a fines de los años 60`s, la reforma de la Universidad dio lugar a una instancia de gobierno que incluyó, con distintos porcentajes de participación, a los tres estamentos. Actualmente, existe el propósito de que las universidades revisen y modifiquen sus estatutos, de manera de permitirles restaurar esa forma de elección de autoridades y de gobierno universitario.

La idea central detrás de ese cambio debería ser el logro de una efectiva excelencia a través del propósito de cada estamento de contribuir con lo que es propio a cada uno de ellos. Esto implica académicos comprometidos con la mejora continua en sus conocimientos, actividades docentes, investigación reconocida y vinculación con el medio externo. Alumnos dispuestos a dar lo mejor de sí mismos en materia de esfuerzo en el estudio y en su interés por los temas más apremiantes de la Universidad y de la Sociedad. Administrativos conscientes de la importancia de su tarea para el logro de los objetivos comunes. A la manera del Estado y sus tres poderes, esa forma de gobierno implica respeto mutuo tanto respecto a las personas como a los reglamentos que rigen su labor. Ello no excluye el derecho de cada estamento a esperar y reclamar que los otros dos cumplan su tarea como corresponde, pero no autoriza a ninguno de ellos a asumir derechos que están fuera de su ámbito. Hacerlo sería comparable a que el poder ejecutivo del país tomara determinaciones que competen al poder judicial o al legislativo, lo que  es inaceptable en una democracia y propio de una incipiente dictadura.

De igual manera cada estamento está obligado a defender sus propios fueros. Así, los estudiantes no podrían aceptar que uno de sus dirigentes fuera cuestionado por razones propias de su actividad, ni el estamento funcionario podría tolerar persecuciones  de parte de autoridades académicas que vulneraran su estatuto. Al respecto, existe un evidente riesgo de que estudiantes molestos con profesores exigentes busquen acciones de hecho para deshacerse de ellos, o que académicos inescrupulosos procuren manipularlos para el logro de fines personales. En ese aspecto la autoridad universitaria tiene un deber moral y funcionario de no fomentar ni sucumbir a las presiones, por difícil que le resulte hacerlo. Por otra parte, la mejor manera de evitar intentos de manipular el gobierno universitario consiste en contar con instrumentos evaluativos rigurosos y objetivos. Por ejemplo, la calidad de la docencia no puede ser dejada sólo al criterio de los estudiantes sino que debe ser evaluada en conjunto con los responsables de los respectivos departamentos y carreras, tanto en sus niveles de actualización y profundidad como de cumplimiento funcionario.


Finalmente, una efectiva democracia universitaria no debería procurar solamente que quienes laboran en ella se sientan más cómodos y realizados. El mantenimiento de las universidades implica enormes costos para un país que, como Chile, es tan deficitario en materias como la educación  básica y media, y que no dispone de recursos para atender necesidades urgentes de salud pública. En consecuencia es una obligación para todos quienes laboramos en ella el esforzarnos por hacerla una efectiva herramienta de desarrollo. Esa tarea debería ser el objetivo central del gobierno universitario y de sus estamentos, cualquiera sea la forma que adopte  su gobierno en el futuro.