La
reforma del sistema universitario realizada a principios de los 1980`s se
inspiró en el ejemplo de los EEUU. En ese país, a diferencia de los países de
Europa continental, existe una tradición
de numerosas universidades particulares, muchas de elevado nivel académico, que
coexisten con las universidades públicas de cada Estado de esa nación. En general,
las universidades norteamericanas entregan grados académicos (Bachiller,
Magíster, Doctor), los cuales no habilitan directamente para el ejercicio
profesional independiente, tarea que corresponde a organismos equivalentes a
nuestros colegios profesionales. Así, un graduado en ingeniería o leyes puede
ser contratado como colaborador por una oficina de ingeniería o por un estudio
de abogados, pero si quiere ejercer como profesional independiente (calcular un
edificio y firmar los planos; representar a un cliente ante el tribunal) debe
pasar primero el examen de suficiencia respectivo. Es esa aprobación la que
garantiza su idoneidad profesional ante la comunidad, cualquiera sea el
prestigio de la universidad en la cual se graduó.
Sin
embargo, el mismo gobierno que reformó nuestro sistema universitario despojó a
los colegios de las limitadas funciones de tuición profesional con la que antes
contaban, de manera que la colegiatura dejó de ser obligatoria. En
consecuencia, nos quedamos con una copia sólo parcial de un sistema donde
libertad y control están efectivamente balanceados. A lo anterior se podría
responder que ese rol lo cumple la acreditación de universidades y carreras,
pero eso sería no entender en que consiste la acreditación universitaria, que
también juega un rol importante en el sistema norteamericano, pero no reemplaza
a los exámenes de suficiencia antes mencionados. Lo que la acreditación mide es
la capacidad de gestionar los asuntos académicos por parte de la universidad,
materia importante pero que no sustituye los exámenes de idoneidad profesional.
Una
medida adecuada frente a los problemas de fe pública por los que ha atravesado
nuestro sistema universitario sería restablecer el rol de los colegios e
implantar un sistema de pruebas de suficiencia para el ejercicio profesional
independiente, como la que se había implantado (aunque sólo parcialmente) en el
caso del ejercicio de la medicina. Es lamentable por eso el anuncio de que
dicha prueba será eliminada para los
graduados en universidades chilenas. Todo hace prever que enfrentaremos
crecientes desafíos producto tanto de los fenómenos naturales como de la
complejidad que día a día introducen los avances científicos y técnicos. Es
importante por lo tanto que nuestras profesiones conserven los niveles de
exigencia que las han prestigiado y que sepamos también balancear libertad y
control, dos ingredientes básicos en la
procura de la excelencia.
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