Un reciente artículo publicado “en línea” por Scientific
American, analiza con resignado realismo las consecuencias del cambio climático
en lo relativo a la construcción de grandes obras de protección civil. En
efecto, una serie de eventos atmosféricos catastróficos, como los que afectaron
a la costa Este de Norteamérica y en particular a Nueva York el pasado año, muestra
que las actuales obras de protección han sido insuficientes frente a la
magnitud de las perturbaciones, las que se espera alcancen niveles aún más críticos en el curso de las
próximas décadas, por efecto del calentamiento global. Aunque la respuesta más
natural a este escenario sería realizar inversiones crecientes en infraestructuras
de protección, el artículo plantea que ellas alcanzarían niveles prohibitivos
de costo y probablemente serían de todas maneras insuficientes frente a la
energía liberada por estos fenómenos. La conclusión, entonces, es que habrá que
resignarse a sus costos materiales y de vidas humanas.
Lo señalado parece difícil de aceptar considerando que la
humanidad cuenta con los conocimientos y las tecnologías necesarias para
cambiar el curso de los acontecimientos si tal voluntad efectivamente existiera.
Sin embargo se impone en esta materia, como en tantas otras, el efecto de los
plazos. Para las personas y por lo tanto para los gobiernos, que requieren
contar con la aprobación pública, la
necesidad de mantener y crear puestos de trabajo y el deseo de mejorar las
condiciones de vida, son temas de permanente urgencia, de “aquí y ahora”, que
sólo la actual “Economía de Carbono” puede por ahora satisfacer. Frente a
eventos que puede que afecten principalmente a otros y de aquí a unas décadas,
la elección es clara. Por otra parte siempre queda el consuelo de que algo se
está haciendo (bonos de carbono, Día de la Tierra, 10 % de energías no
contaminantes, etc.) o de que tal vez los científicos estén equivocados.
Finalmente, poco se ganaría con actuar en esta materia si una mayoría no lo
hace, situación que se ha reiterado en las reuniones internacionales para
frenar las emisiones de “gases invernadero”, que han terminado en fracaso.
Situándonos en el realismo del artículo mencionado, sería
conveniente considerar bajo esa perspectiva los mega-proyectos que se evalúen
en el futuro y en los cuales el agua y el viento puedan jugar un rol importante,
como es el caso de las grandes explotaciones mineras. El cambio climático
implica en esencia más energía en un sistema relativamente cerrado. Ello puede
traducirse tanto en prolongadas sequías como en lluvias torrenciales, mientras
la erosión por el viento podría alcanzar magnitudes inesperadas. Nuestro
país tiene experiencia en cuanto a
asumir los riesgos sísmicos en sus obras de ingeniería, lo cual puede ayudar a
enfrentar los nuevos riesgos que implica el cambio climático, que al parecer son
ya inevitables.
En un mundo que actúa "tácticamente" en el corto plazo, resulta difícil, por no decir imposible que exista una "estrategia" de largo plazo. Tanto las fuerzas políticas como las económicas tienen horizontes temporales minimalistas. Mientras tanto la sociedad ... Como los pasajeros del Titanic, bailando al son de la orquesta hasta cuando el desastre fue tan evidente que poco quedaba por hacer.
ResponderEliminarRoberto Oyarzun