jueves, 12 de julio de 2012

EL TEMA AMBIENTAL: ENTRE LA NECESIDAD Y LA DESMESURA


El “tema ambiental” surgió como un paradigma en EEUU entre las décadas de los 1960`s y 1970`s, a través de libros como “La Primavera Silenciosa” de R. Carson (1962) y las conclusiones de expertos como los del llamado “Club de Roma” (1972), que analizaron los riesgos de la creciente contaminación y del agotamiento de los recursos. También en ese país se organizó la primera agencia de protección ambiental (EPA, 1970), se promulgaron importantes leyes ambientales durante los años 1980´s y 1990´ y se desarrolló la evaluación ambiental de nuevos proyectos, replicada posteriormente en los demás países. Una nueva mentalidad ambientalista de abrió paso en el mundo, potenciada por desastres como el de Bhopal (India, 1984), el de Chernobyl (Ucrania, ex URSS, 1986) y el del petrolero Exxon Valdez (Alaska, 1987). A nivel internacional, la Comisión Bruntland (1987) definió las condiciones del desarrollo sostenible, y la Cumbre de Río de Janeiro (1992) expresó el compromiso de todos por la protección del ambiente. Dos años antes se había iniciado una guerra civil en la isla de Bougainville, perteneciente a Papúa-Nueva Guinea, producto del daño ambiental generado por una explotación cuprífera, conflicto que culminó el año 2000 con la independencia de la isla.
Durante el presente siglo el tema ambiental ha ganado la atención de diversos grupos humanos desilusionados de utopías políticas o que buscan una expresión espiritual en este dominio. En tal sentido, ha representado un renacer de la sensibilidad “rousseauniana” respecto al carácter “bueno” de la naturaleza y “malo” de la civilización. También ha canalizado la protesta de grupos étnicos situados al margen del desarrollo socio económico nacional, frente a proyectos mineros, forestales, viales, etc.,  favorecida por el desarrollo de medios de comunicación digital y de las redes sociales. Ello ha coincidido con el debilitamiento de la autoridad constituida, que enfrenta serios riesgos políticos y penales a nivel nacional e internacional si la represión de tales movimientos llega a generar víctimas (casos de Bolivia, Paraguay, Perú, etc.). En nuestro país, este fenómeno ha afectado principalmente al desarrollo de la hidroelectricidad, en particular al de los grandes recursos hídricos de la Región de Aysén, pese a que se trata de nuestra principal fuente de energía limpia, que no genera “gases invernadero” ni otros contaminantes.
Finalmente, pensamos que sería deseable “aterrizar” el tema ambiental en lo que verdaderamente importa. Ello implica en primer lugar enfrentar el problema del cambio climático, sobre cuya gravedad existe hoy pleno acuerdo en la comunidad científica, pero que no ha sido asumido realmente por los políticos ni por economistas. También requiere de un efectivo respeto por la vida, tanto  humana como  silvestre, y por el resguardo de las condiciones naturales que ella requiere, tan maltratadas e ignoradas en casos como los del complejo metalúrgico-energético de Quintero y su entorno. También es necesario desarrollar la  ordenación del territorio, para seleccionar sobre bases objetivas los sitios apropiados para la instalación de los distintos tipos de proyectos. Ello debería continuar con evaluaciones de impacto ambiental menos “legalistas” y más basadas en los factores ambientales propios del sitio propuesto, en particular los de carácter físico, químico y geológico, hoy sub dimensionados respecto a los de tipo biológico (caso de la falla Liquiñe-Ofqui, proyecto Río Cuervo).  Por último, reconocer nuestra responsabilidad ética hacia los que vendrán, por más urgencias y presiones que implique el resolver las necesidades del presente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario