jueves, 4 de febrero de 2010

MÁS ALLÁ DEL CASO HAITÍ: LA TRAGEDIA DE LAS CRISIS ALIMENTARIAS

En el artículo anterior analizamos el caso de Haití, donde un sismo golpeó a un pequeño país, ya asolado por la destrucción de su patrimonio natural, la sobrepoblación y el desgobierno. En éste nos referiremos a un artículo de L.R. Brown publicado por Scientific American (mayo 2009, pp 38-45), que muestra como situaciones similares a las de Haití afectan hoy a cerca de mil millones de personas que habitan países pobres, ambientalmente degradados y sobrepoblados, afectados por crisis alimentarias. Lo que hace especialmente trágica la situación documentada por Brown es la serie de interconexiones lógicas de los factores en juego de carácter natural, económico y político. Ellas llevan fatalmente a que incluso las actuaciones mejor intencionadas terminen agravando las crisis que pretenden resolver. Por ejemplo, es fácil y de bajo costo eliminar las causas principales de mortalidad que antes limitaba naturalmente la población, pero es difícil y muy costoso procurar alimentación y trabajo para las poblaciones acrecentadas que resultan de ello. Igualmente, puede ser sencillo explotar reservorios fósiles de aguas subterráneas en zonas áridas, que permitan regar más tierras y aumentar el volumen de los rebaños. Sin embargo, agotados esos acuíferos, la población ahora expandida carece del recurso indispensable para sobrevivir (al respecto, un 15% de la producción agrícola actual de la India, correspondiente al consumo de 175 millones de personas, se obtiene bombeando agua de acuíferos fósiles, vale decir de agua “no renovable”). Es la lógica del desarrollo no sustentable en su más cruda expresión. En principio, podría parecer sencillo complementar esas actividades de apoyo con programas de control de natalidad que mantengan un equilibrio. Sin embargo ello es casi imposible en la práctica puesto que los valores culturales, creencias religiosas e intereses prácticos inmediatos (los hijos representan mano de obra y seguros para la vejez) apuntan en la dirección contraria. Más aún, tales iniciativas pueden ser incluso objeto de críticas internacionales (como las de EEUU a China por sus intentos de controlar su sobrepoblación).

Las crisis alimentarias tienen una causa inmediata: 70 millones de personas se agregan al total de la población mundial anualmente, la mayoría de ellas en los países más pobres. Como Haití, la mayoría de estos países sobrepoblados ha arruinado sus suelos y la deforestación ha afectado seriamente sus recursos hídricos. Si quieren contar con agua para sus siembras, deben extraerla, cuando existe, de niveles subterráneos cada vez más profundos, lo que requiere contar con energía para bombearla, un insumo que difícilmente pueden costear. Si se trata de países costeros de tierras bajas, el proceso de calentamiento global en curso puede afectarlos de dos maneras. Por una parte, el ascenso del nivel del mar contamina con sales los acuíferos, inutilizándolos. Por otra, favorece eventos climáticos extremos, haciendo que sequías e inundaciones sean más frecuentes, lo que conlleva un mayor deterioro de los suelos y de su escasa infraestructura productiva.

El desgobierno y la corrupción política que afecta a muchos de estos países, unido a la penuria de alimentos favorece la proliferación de bandas armadas que llegan a reclutar niños-soldados y a masacrar poblaciones civiles con distintos pretextos (raciales, religiosos, etc), pero en realidad en procura de los escasos alimentos o las eventuales riquezas minerales del país, como en los casos de Rwanda y Sierra Leona, respectivamente.

El porcentaje de la población desnutrida se ha mantenido en torno al 30% en los 70 países más pobres, pero ha crecido en términos absolutos de 775 millones de personas en 1997 a 980 millones en la actualidad, y se prevé que llegará a unos 1200 millones el 2017, vale decir en sólo 7 años más.

Brown señala 20 países en los cuales las crisis alimentarias y la falta de gobiernos estables están generando efectos más allá de sus fronteras. Estos incluyen diseminación de enfermedades contagiosas, refugios a piratas y terroristas, conversión en centros internacionales de distribución de drogas y generación de oleadas de refugiados que buscan un sitio en países fronterizos o lejanos. En consecuencia, más allá de los sentimientos de compasión, existen razones prácticas para que los países del mundo no afectados por estas crisis se preocupen de sus efectos. Sin embargo, en términos objetivos, parecen estar más bien contribuyendo, indirectamente, a agravarlas, tema que examinaremos en el próximo artículo.

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