Nos acostumbramos con tal
facilidad a los slogans que olvidamos pensar qué significan en términos reales.
Por ejemplo, todos parecen abogar por una “educación de calidad”, pero rara vez
se precisa qué se entiende por ella y por qué es importante. Si llevamos el
tema al campo de la ingeniería ambiental y su relación con el desarrollo
económico y social del país, podríamos expresar su importancia en términos de
contar con profesionales capaces de elaborar soluciones que aseguren la
sustentabilidad ambiental de los proyectos a un costo que no impida su
viabilidad económica. Desde luego, ello requiere conocimientos científicos
básicos, así como una clara comprensión de las tecnologías del proyecto y de
las interacciones entre sus componentes y el medio humano y natural. También
requiere haber desarrollado la capacidad de pensamiento crítico y reflexivo.
Igualmente necesita creatividad y honestidad profesional, de modo que el
trabajo realizado vaya más allá del “cortar y pegar” y del uso de software
cuyos objetivos y limitaciones se comprenden escasamente.
Por ejemplo, nuestro país genera diariamente cerca de 1.5
millones de toneladas de relaves y ripios entre su zona norte y central. Completada
la vida útil de esas operaciones mineras, sus acumulaciones se convertirán en
fuentes de polvo de difícil control. Es sencillo decir que ellos serán
vegetados durante su cierre, olvidando que el agua para su riego será
progresivamente más escasa, y que el cambio climático incrementará seguramente
la aridez y la energía del viento, dejando una pesada herencia a las
generaciones futuras. En cambio, profesionales formados con una educación de calidad (ojalá a lo
largo de su vida) procurarían desarrollar soluciones prácticas , efectivas y de
menor costo, utilizando conocimientos, creatividad y buen sentido.
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