La Sociedad industrial moderna extrae
y procesa enormes cantidades de substancias minerales y las modifica y recombina para convertirlas en
objetos útiles, con la ayuda del carbón y petróleo, que también proveen parte de
la energía eléctrica. Estos procesos, al igual que la producción y uso de los
alimentos contaminan la tierra, la atmósfera y las aguas y dan lugar a grandes
cantidades de desechos, en parte tóxicos que es necesario disponer en
vertederos y depósitos de seguridad. La actual legislación procura limitar los
impactos ambientales de estas actividades, en particular aquellas que implican
más riesgo para la salud. Sin embargo ello no es del todo posible en particular
cuando la cuantía y variedad de los contaminantes facilitan las sinergias
negativas entre los contaminantes. Por otra parte, las poblaciones afectadas
reciben no solamente el daño físico de la contaminación, sino que también el
daño sicológico causado por los olores desagradables, el tráfico constante de
desechos, y la sensación de discriminación que implica la carga desigual de
daño ambiental que están obligados a aceptar. La situación es especialmente
grave para los niños y las personas con salud precaria o edad avanzada. Al
respecto el caso de las intoxicaciones por gases de la fundición Ventanas que
afectaron a los niños de la escuela La Greda de Puchuncaví, y que obligaron a
su desplazamiento, es ilustrativa.
En el centro de Chile existen dos
“puntos calientes” de contaminación que han alcanzado especial gravedad, el del
Parque Industrial Ventanas, Comuna de Puchuncaví y el de la Comuna de Til Til.
El primero fue fundado en 1961, con eje central en la Fundición Ventanas, a la
cual se fueron agregando, sin planificación previa, otras 14 industrias, incluidas 4 termoeléctricas. La
comuna de Til Til fue seleccionada en la
década de los 1990´s para recibir los residuos de la Región Metropolitana,
aprovechando la calidad física de sus suelos. A partir de entonces llegaron a
instalarse 2 rellenos sanitarios, 6 tranques de relaves mineros, una planta de
residuos sólidos de aguas servidas tratadas,
y un criadero de cerdos, a lo que se añade la planta de tratamiento y
disposición de residuos tóxicos recién aprobada por el Comité de Ministros.
Desde luego es difícil o imposible prescindir de
las actividades y servicios que prestan ambos “puntos calientes”, pero es
irrisorio pretender que el hecho de que cumplan con la legislación sea
suficiente para quienes deben soportar esa carga. Más razonable sería tratar
estas situaciones como se enfrentaría una gran explotación minera o la
construcción de un extenso embalse, ofreciendo a la población afectada
condiciones atractivas para su reubicación, en particular a las que cuentan con
niños o con personas vulnerables. También sería justo contar con un cuidadoso
monitoreo de la salud de quienes laboran en estos “puntos calientes” y así como
verificar que sus actividades no afecten a las áreas vecinas, en particular a
través de la contaminación de las aguas subterráneas.
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