lunes, 17 de mayo de 2010

LA EXPLORACIÓN MINERA: ¿POR QUÉ?

La pregunta formulada podría parecer fuera de lugar en un país como Chile, cuya principal fuente de ingresos es la industria minera. Sin yacimientos conocidos no hay minería y los yacimientos hay que encontrarlos, lo cual es tarea de la exploración minera. Sin embargo, nuestro país no ha tenido una preocupación ni una acción consistente en esta materia. Por ejemplo, por varios años (los más importantes en términos de oportunidades) CODELCO invirtió muy poco en exploración de nuevos yacimientos, y nuestro servicio geológico ha carecido de políticas definidas en esta materia, que ha estado sujeta a los puntos de vista cambiantes de las distintas administraciones. Por otra parte, tampoco hemos tenido una participación significativa de empresas mineras nacionales, las que han sido más bien reticentes a participar en esta arriesgada actividad, principalmente realizada por empresas extranjeras. Al respecto, no se trata sólo de un tema económico, puesto que esa participación sí ha existido en Perú, donde empresas nacionales del país, como el grupo Buenaventura, han sido muy exitosas en esta actividad.

La exploración minera se realiza con diversos propósitos: Desde luego, para obtener riqueza. En tal sentido, se la ha calificado como “el mejor sistema de apuestas del mundo”. Como en todo sistema de apuestas, son más los que pierden que los que ganan, pero cuando hay aciertos, las ganancias pueden ser enormes. Esta es la razón de ser de las empresas “junior” canadienses, que obtienen parte de sus capitales de los excedentes de médicos, dentistas, abogados y otros profesionales económicamente exitosos. Su objetivo no es explotar los yacimientos descubiertos, sino venderlos a grandes empresas mineras expertas en esas operaciones. A su vez, éstas también realizan exploraciones para reponer sus reservas y desarrollar nuevos proyectos, de preferencia en las proximidades de sus actuales explotaciones. La exploración minera también interesa a los gobiernos nacionales. En la palabras del actual Ministro de Minería, Laurence Golborne, “el tema de la exploración es crítico” (Minería Chilena, Abril 2010). Esto, por distintas e importantes razones. En primer lugar, porque la demanda mundial de minerales es abastecida por un número limitado de yacimientos, que son seleccionados por el mercado conforme a su ley, magnitud y otras características del depósito y de su contexto (geográfico, político, legal, etc). Si en un país se explora poco, la probabilidad de participar como futuro proveedor de minerales disminuye. En el caso de Chile, se une a lo anterior su condición de propietario de una gran empresa minera, que necesita reponer sus reservas, de preferencia con minerales de mejor ley que la de sus actuales existencias. La revista citada incluye también un informe del Metals Economic Group que describe la distribución de las inversiones mundiales en exploración minera el año 2009, tanto en términos de metales como de países. En el primer aspecto sobresale el interés por el oro que desplaza al cobre a un segundo lugar, probablemente como consecuencia de la crisis económica, y el renacimiento del interés por el uranio, que se explica por la necesidad de limitar las emisiones de CO2 debidas a la actividad de las termoeléctricas a carbón. En términos de países, Perú se situó en un tercer lugar, después de Canadá y Australia, quedando Chile en un séptimo lugar. Una limitante de nuestro país es la relativa escasez de terrenos geológicamente interesantes que no estén protegidos por propiedades mineras ya constituidas.

La exploración minera, más allá de ocasionales “golpes de suerte” no es en absoluto una actividad sencilla y requiere, aparte de conocimiento y experiencia, mucha prolijidad, perseverancia y atrevimiento. Todo ello estuvo presente en uno de los más grandes descubrimientos del pasado siglo: Olympic Dam, gigantesco y rico yacimiento de cobre, oro y uranio descubierto en Australia en 1975. En ese notable caso fue la atrevida hipótesis de un joven geólogo, apoyado por una gran empresa dispuesta a correr riesgos, lo que condujo finalmente al éxito. Sin embargo éste no llegó de inmediato, ya que los primeros sondajes fueron estériles y se necesitó replantearlos para finalmente cortar el yacimiento, el que nada tenía que ver con el supuesto por la hipótesis inicial. Es difícil imaginar que una situación así pudiera tener lugar dentro de nuestra cultura (en general contraria al riesgo, excepto en materias de tránsito). En las palabras de David Lowell, que condujo el descubrimiento de Escondida entre otros aciertos, “el exploracionista debe estar dispuesto a equivocarse, porque la mayoría de las veces lo estará”. Sin embargo, en Chile tiene a su favor la disposición ordenada de sus yacimientos en fajas norte-sur, formadas en el curso de su evolución geológica. A esta disposición puede agregarse el festivo pero inteligente consejo de Francisco Ortiz, colaborador de Lowell en el descubrimiento de Escondida, en cuanto a buscar los yacimientos al lado de los caminos o de las vías férreas, cuya utilidad está ilustrada por los casos de Escondida y de Spence (la explotación del segundo obligó a desviar el camino de Antofagasta a Calama). Su fundamento radica en que esos caminos siguen bajos topográficos, producto de grandes zonas de falla transversales a las fajas norte –sur, las que contribuyeron al emplazamiento de los complejos mineralizados.

Es de esperar que los esfuerzos que actualmente se realizan en Chile y en particular en nuestra Región, den lugar a descubrimientos que aseguren nuestro futuro minero. Su conversión en proyectos mineros viables dependerá también de la disponibilidad de agua para las operaciones, un recurso crecientemente escaso, así como de sus efectos ambientales y del desarrollo de relaciones armoniosas con las comunidades afectadas. Al respecto, un factor importante es la composición químico-mineralógica del cuerpo mineralizado y su entorno. Esa materia fue abordada en un curso reciente de Geoquímica Aplicada organizado por el Depto. Ingeniería de Minas de la Universidad de La Serena con la participación de investigadores españoles. La actitud interesada y positiva de los numerosos participantes dio un optimista panorama de su interés en compatibilizar el éxito de sus exploraciones con el resguardo de nuestro patrimonio ambiental.

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